Los procedimientos básicos para llevar a cabo un cuidado correcto y natural de la piel son tres: limpiar, tonificar e hidratar. Además, hay que ejercitar los músculos faciales.
Sin embargo, el primer paso para cuidar correctamente nuestra piel es aprender a reconocer a qué tipo pertenece, ya que sólo así podremos seleccionar qué cuidados precisa.
Cutis normal: La piel normal, denominada también «eudérmica», es flexible, fina, tersa y muy suave, siendo la más parecida al tacto a la de un niño. Presenta unos poros diminutos, muy cerrados, lo que impide la formación de espinillas o puntos negros. No es ni muy seca ni muy grasa, resultando ligeramente más grasienta en la nariz y la barbilla.
Este tipo de cutis es propio de personas cuyas glándulas funcionan correctamente, con un sistema circulatorio regular y un metabolismo equilibrado; en definitiva, es la piel de una persona cuyo organismo funciona con plena normalidad. Es decir, desgraciadamente, el menos frecuente de todos los cutis.
Cutis graso: Esta clase de piel es gruesa, ligeramente brillante y grasienta. En la mayoría de los casos presenta poros dilatados, en los que, debido a la elevada producción de sebo,
tiende a formar puntos negros y granos, particularmente en las aletas de la nariz y en la frente. Su color es a menudo ceniciento, a consecuencia de recibir un riego sanguíneo deficiente. Entre las posibles causas de una piel grasa cabe citar el estreñimiento, algún tipo de desequilibrio hormonal y una alimentación rica en grasas, condimentos y picantes.
Cutis seco: La piel seca presenta un aspecto tirante, falto de lustre y con poros finos. Es muy sensible a los cambios de temperatura, apareciendo con frecuencia enrojecida. Debido a la escasa producción de grasa y humedad cutáneas, a menudo se forman arrugas prematuras. Un cutis seco puede ser producido a causa del uso de jabones detergentes, aguas alcalinas, climas secos y ventosos, falta de vitaminas, y el alcohol, tabaco y café.
Cutís mixto: Esta clase de cutis tiene zonas secas y otras grasas. Es típica la zona en forma de T en la cara: la frente, la nariz y el mentón con piel grasa; la zona alrededor de los ojos y la boca, y el cuello, con piel seca.
Al menos el 50% de los cutís tienen este tipo de piel, en mayor o en menor proporción.
Cutis sensible: El cutis sensible tiene una textura de piel fina, seca, de tonalidad blanco-rosácea. A menudo posee diminutas venas marcadas en las mejillas y la nariz, que se alteran con los cambios de temperatura. Éstas se deben a la dilatación de los capilares, que en determinados casos llegan a romperse, haciéndose entonces muy visibles. La piel sensible o delicada es propia de personas emotivas, pelirrojas o muy rubias.
Cutis acnéico: Sobre todo en la pubertad. Es un trastorno funcional de la piel debido a los cambios hormonales, que se traduce en una excesiva producción de sebo que obtura los poros y origina puntos negros e impurezas, sobre todo en la cara y la frente.
Este problema puede durar años, y para paliarlo es necesario seguir algunas normas: jamás apretar las espinillas con las uñas, no usar maquillajes espesos, e incluir en la dieta muchas frutas y verduras frescas.
Cutís marchito: La piel empieza a resecarse y a ajarse al envejecer, al mismo tiempo que el proceso regenerativo se hace más lento. Su pigmentación presenta a menudo manchas en los párpados y las sienes, y las arrugas se marcan de forma notable.
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